PARA SER DUEÑO DEL MUNDO, BASTA CON SENTIRLO
Para ser dueño de algo no se necesita comprobar mediante un papel que te pertenece, basta con sentirlo interiormente, es solo cuestión de darse la oportunidad, la libertad y decisión de hacerlo.
De qué sirve tener millones de dólares y solo por eso sentirse dueño del mundo entero, que para ti solo te importa tu vida y nadie mas, esto solo te deja por dentro el vacío, el egoísmo, orgullo, soberbia, ambición y amargura sólo se entremezclan formando a la misma soledad, que ni con el dinero ni el poder se puede combatir.
Es la reflexión que me deja la novela “El Dueño del Mundo” de Pedro Antonio Gutiérrez, nacido en la ciudad de Trinidad, departamento del Beni en el año 1962.
Sin embargo, está novela no sólo muestra mediante sus páginas escritas cómo la vida de un hombre puede cambiar de la noche a la mañana, tanto para bien o para mal; como de ser un millonario pasa a ser un pobre hombre que vagaba por el mundo, con sólo su nombre, Pablo Roca y su perro fiel como compañía.
Este hombre tuvo muchos altibajos en su vida, tuvo anécdotas, historias y experiencias empezando desde aquella vez que mató a la avestruz cuando era muchacho, el ser traicionado por la mujer que amaba, la muerte de sus hijos, la perdidas de sus bienes y para colmo hasta ser un triste, pobre y vagabundo.
El destino lo lleva a conocer a Roberto Santander, alias “El Loco”, que a mi parecer no estaba loco, por que tenía una inmensa y profunda visión acerca de la vida, aunque la gente no lo veía desde ese punto de vista.
Con el tiempo Pablo poco a poco se fue superando económicamente, empezó a vender juguetes de madera hechos en la cárcel, con ayuda de unos amigos, hasta llegar a tener un taller muy importante y así consiguió un estado de vida mejor.
Por otra parte, en la superación de este hombre puede ser que la clave está en la simpleza de la vida, en los sueños y en las ganas de ir más allá. Finalmente ¿Cuál es la forma entonces para ser feliz? ¿Pablo lo será?
